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Mostrando entradas de marzo, 2009

EVA

No está muy claro cómo fue que Adán cuando Dios le arrancó la costilla ni siquiera se despertó. Lo cierto es que la soledad había llegado al primer hombre tan sigilosa como una serpiente. Reptando se le había ido subiendo al alma mientras Adán se zambullía en el río, recorría los prados, se aliviaba el calor y la sed en el agua clara; mientras él comía hasta saciarse de todos los frutos al alcance de su mano y poseía desde lo más alto, de solo verlo: el Paraíso. Un día, cuando el sol era un crepúsculo en sus manos Adán sintió una mordida helada en el corazón. Extrañó de pronto la mirada en el fondo de otros ojos, la voz que rompiera con su nombre el silencio de las estrellas, el oído para abrir con su palabra un mar de peces plateados y, otra boca, para poner la suya. Apretó los ojos y poco a poco se quedó dormido. Tan profundamente dormido lo vio Dios, que se animó a arrancarle una costilla. Por las Escrituras podemos suponer que en las manos de Dios aquella costilla estaba predestina