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Ignacio Anaya Barriguete llega a Tijuana en bicicleta desde Nueva York

Cuando pregunté a Ignacio Anaya a propósito del Everest,“qué buscas en las alturas”, él me respondió, “no busco, vivo”. Luego me di cuenta que en sus ascenciones, y en sus largas travesías no iba solo. Desde asomarse al techo del mundo lo mismo que desde enfrentarse a la distancia sin más recurso que dos ruedas y un corazón, ya nos hacía vivir a miles también, que lo seguíamos desde nuestras pantallas de luz. Nos hacía vivir junto con él de una manera a la que nos han desacostumbrado las propuestas publicitarias, las campañas políticas, la guerra contra el narco y los videojuegos. Para el millón y medio o más de Tijuanenses, sambutidos en el tráfico y el humo, en una ciudad de espaldas al mar y con el mirador de la presa cerrado con una cerca de púas, el pedal de Nacho fue durante 28 días una invitación a sacudir el espíritu y subir, a romper el aire con la frente, clavado el sol en la mejilla izquierda; era una invitación a vivir! Un cachito del entusiasmo que Nacho llama “vida” me lanzó a la calle para ir a recibirlo a la línea con una cámara de video en la mano… Les comparto este pedazo de vida en el que descenas de ciclistas de la ciudad se unieron a Nacho en la frontera para acompañarlo a recorrer el último tramo de su travesía hasta Playas de Tijuana, después de venir pedaleando en bicicleta desde Nueva York hasta Tijuana en 28 días. Ve el video aquí

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Hace unos momentos, afuera de mi casa le pregunté al pepenador que hurgaba en el bote de basura. “¿Qué buscas?” “Latas de aluminio,  libros”, me dijo. “¿Libros?” Le entregué dos bolsas llenas de ellos que tenía listas para regalar… aunque nunca pensé que a un pepenador. “¿Qué haces con ellos?” Si me gustan me los quedo para leerlos, si no los vendo. Me horrorizó pensar que la lectura no fuera antídoto contra la pobreza, como proponen las campañas de televisión. Pero es que, la verdad… nadie lee para hacer dinero, sino para ser más feliz.