Deambulando por las calles de La Condesa es inevitable que un paso retozón se le pegue a uno a los zapatos, que los cinco sentidos se aviven y que den ganas de detenerse en una mesita de café para escribir a los amigos. Me estoy quedando aquí en la ciudad de México, en un séptimo piso muy cerca de la unión de Tamaulipas y Michoacán en La Condesa. Desde allá arriba casi puedo elegir bajo las frondas de los árboles un cafecito distinto para cada sesión de escritura. Ahora escribo desde uno que se llama Village Café. La Condesa es un barrio lleno de callecitas en diagonal con camellones profusamente arbolados que se cruzan. Abundan los restaurantes con marquesinas y toldos sobre las banquetas, bares y cafés. Por las noches, mientras el resto de la ciudad se recoge, La Condesa se distiende en una glamorosa celebración al diente y a las coqueterías. A mí me gusta especialmente La Condesa los domingos por la mañana. Hay una languidez en el ambiente en que se antoja deambular por debajo de l...
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