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RECUERDOS EN LA VENTANA

No muchas veces escribo desde esta altura. Vuelo atravesando la península de Baja California, sobre las montañas de San Pero Mártir, mientras el brazo del golfo se va ensanchando en la ventanilla.

De pronto vengo pensando que de los lugares que he conocido, los que más me han impresionado han sido aquellos que no he visto. Quizá por eso cuando viajé en colectivo entre Córdoba y Santa Fe, Argentina, quise las dos veces hacerlo de noche. Siempre me ha gustado en mis viajes dejar algunos lugares a la imaginación y seguro que éste debe ser uno de ellos. Hoy recuerdo desde esta ventanilla que da a las nubes las largas jornadas en la pampa, comiendo un asado a la parrilla junto al cuerpo de un puma muerto, recién cazado a tiros porque merodeaba el ganado en aquellas cabalgatas que hacían los gauchos arreando el ganado, todavía a principios del siglo XX, entre Córdoba y Santa Fe. Yo veía y vivía entonces toda esa historia con una impresión tan fuerte que no se me ha olvidado después de trece años. La veía por una ventanilla de autobús que daba a la noche, mientras me la contaba un anciano en el asiento de junto en un viaje en el tramo entre esas dos ciudades. Yo le había pedido al anciano que me contara cómo era el paisaje por el que estábamos pasando. Pero el viejo, desafiando las autopistas y luces de ciudades por las que íbamos pasando, me lo contaba recordando sus años juveniles de gaucho, arreando el ganado por esas tierras. Me hablaba de pumas y fogatas y mates y ponchos y facones. Años después, cuando volví a hacer ese mismo viaje lo quise hacer de noche otra vez para no encimar los recuerdos.

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