La bestia oye la voz del payasote y abre los ojos. Adormilada bajo la discreción del buen juicio y el índice de la ley, dejaba transcurrir la historia en lustros mientras checaba su cuenta de Facebook. Pero bastó la voz altisonante y grosera del payasote de cabellera encendida para hacerla despertar. Cuando la cordura civilizadora parecía que ya había encontrado su cauce en las venas de la sociedad moderna norteamericana y sus instituciones, salta el payasote al ruedo. Tampoco ésta sería la primera vez que la bestia prueba no estar ya muerta sino dormida, como cuando los payasotes del momento la despertaron: Hitler, Stalin, Mao, Kim Jong Un… Estos esperpentos morales se dan de tanto en tanto en la historia. En grado superlativo están enfermos de lo mismo: son narcisistas, ególatras, arrogantes, vanidosos, afectos a los desplantes de grandiosidad, faltos de empatía; se sienten especiales y ostentan un desmedido afán de atención y admiración por parte de los demás. ¿Hasta ...
ADELANTE!