La bestia oye la voz del payasote y abre
los ojos.
Adormilada bajo la discreción del buen
juicio y el índice de la ley, dejaba transcurrir la historia en lustros mientras
checaba su cuenta de Facebook. Pero bastó la voz altisonante y grosera del
payasote de cabellera encendida para hacerla despertar.
Cuando la cordura civilizadora parecía
que ya había encontrado su cauce en las venas de la sociedad moderna
norteamericana y sus instituciones, salta el payasote al ruedo. Tampoco ésta
sería la primera vez que la bestia
prueba no estar ya muerta sino dormida, como cuando los payasotes del momento
la despertaron: Hitler, Stalin, Mao, Kim Jong Un…
Estos esperpentos morales se dan de tanto
en tanto en la historia. En grado superlativo están enfermos de lo mismo: son
narcisistas, ególatras, arrogantes, vanidosos, afectos a los desplantes de
grandiosidad, faltos de empatía; se sienten especiales y ostentan un desmedido
afán de atención y admiración por parte de los demás. ¿Hasta aquí he descrito a
Donald Trump?
Donald Trump sacude el mechón colorado en
el círculo de luz:
“Todas las mujeres en The Apprentice coquetean conmigo – consiente o inconscientemente.
Era de esperarse”; “La demandaré (Rosie O’Donnell) por el placer de hacerlo. Me
gustaría quedarme con algún dinero de los bolsillos de su gordo culo”; “Aunque
Bette Midler es extremadamente fea, me abstengo de decirlo porque insisto en
mantenerme políticamente correcto”; “Colocaré un muro y haré que México lo
pague”. “Mis dedos son largos y bellos, como también —ha sido bien
documentado—, otras partes de mi cuerpo”…
La bestia celebra las expresiones del
payaso y en entrevistas callejeras deja ver los demonios que lleva dentro:
“¡Dice cosas que yo quisiera decir y no me atrevo!”
El grave peligro que representan estos
payasotes de fanfarria para la humanidad es que no tienen escrúpulos y son
capaces de TODO. La bestia, llevada de
la admiración, pero también del miedo, les sigue y obedece.
Hitler hundió al mundo en la guerra, Stalin
y Mao ejecutaron a millones, Kim Jong Un ahora mismo mantiene a miles de
familias realizando trabajos forzados…
¿Qué hará Donald Trump si gana la presidencia de los Estados Unidos?
Las condiciones parecen dadas en una
sociedad que dejó de pensar, de querer y soñar por sí misma, que checa en el
cine su cuenta de Facebook y tiene en su cabecera los libros de Donald Trump.
Algún mérito parece tener su propuesta como
candidato con recursos propios. Sus seguidores opinan: “Al gobernar no tendrá compromisos”.
Y ¿desde cuándo un empresario metido a política pudiendo ser socio único
tendría intenciones de repartir utilidades? Cuando un multimillonario tiene los
recursos para comprar su candidatura y, a la postre, la presidencia de los
Estados Unidos, lo que compra, lo compra en calidad de monopolio. No querrá compartirlo
ni con el Congreso.
Pero Trump se equivoca al proyectar una
visión empresarial de los Estados Unidos, porque un Estado no es una empresa sino
una nación gobernada dentro de un territorio, y su fin no es la utilidad sino la
procuración del bienestar de esa sociedad. Tampoco los individuos de una nación
son perdedores o triunfadores como en los libros de Trump sino ciudadanos con
deberes y derechos y aspiraciones legítimas a ser felices.
La fascinación hacia Trump es de la
índole de una sociedad capitalista como la norteamericana, y está respaldada
por el sello de garantía de su éxito económico personal. Nadie como él para
encarnar el modelo de hombre de éxito en esta sociedad educada y programada en
función de esta definición de éxito por antonomasia.
No hay duda de que Trump es el prototipo
del hombre de éxito. Precisando: éxito
económico. Pero si éste es el prototipo, sin duda debe haber un error en el
paradigma que ha cifrado el éxito económico como el máximo valor de una
sociedad. La cumbre de los anhelos del ser humano tanto en los Estados Unidos
como en el mundo debiera traer aparejada a sí toda una amplia gama de virtudes
que en Trump no se ven. Si Trump es el modelo del éxito económico, hay que
reconocer que, por otra parte –¿o precisamente por ello?–, también es
escandaloso modelo de deshonestidad, vulgaridad rampante y ostensible
desvergüenza; rasgos que denotan lo más deplorable de la condición humana, las
claves de los demonios que la bestia lleva adentro.
El periodista Jorge Ramos ha advertido en
Estados Unidos que se comete un error si no se toma en serio a Trump. ¿Cuántos
habrá todavía que se ríen del payaso?
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